Todo lo que hacemos tiene un propósito y generalmente cuando algo nos atrae es porque lo necesitamos en nuestra vida para aprender algo de ello. Generalmente he visto que la Danza Árabe y otro tipo de danzas similares nos enseñan muchas cosas a veces sin que nos demos cuenta.
El baile en general nos enseña a coordinar, a seguir la música y a estar en un contacto más estrecho con nuestro cuerpo, nos da las claves para empezar a fluir con la vida sobre todo si prestamos atención, pero la Danza Árabe, en lo personal, creo que nos enseña una forma diferente de ver las cosas y de ver el aspecto femenino de la vida, sus movimientos ondulantes, su elegancia, suavidad y sensualidad nos ponen en contacto directo con toda la esencia del ser, con los orígenes de nuestra existencia y todo ello representa el principio femenino dentro de nosotros.
Muchas veces queremos aprender este tipo de danzas orientales para seducir, para tratar algún problema relacionado con nuestro lado femenino, para ejercitarnos, pero cuando pasa el tiempo y la práctica se hace constante se puede ver como otros aspectos van cambiando, hay una especie de fluidez en los movimientos, hay más soltura no sólo del cuerpo sino que también esta se traslada a los pensamientos, a nuestra mente y a la forma de ver las cosas. Cuando hacemos del baile un estado de comunicación con nuestro espíritu podemos ver cómo todo a nuestro alrededor empieza a tomar un color diferente, es sólo cuestión de dejarse llevar, de hacer que el cuerpo baile sin temores ni angustias, es sólo seguir el baile del Universo.
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